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Hace cuatro años, una familia perdió de forma repentina a su pilar: un padre de familia, rabino, que dedicó su vida a servir, a escuchar, a ayudar a quien lo necesitara. En solo 50 días, se apagó su luz, dejando un vacío inmenso.
Apenas unos meses después, su esposa —una mujer fuerte, dedicada, madre de varios hijos— recibió un diagnóstico devastador. Una enfermedad neurológica comenzó a paralizar su cuerpo, robándole poco a poco la movilidad… y con ella, la independencia.
Hoy, su mayor esperanza es un tratamiento intensivo en una clínica especializada en rehabilitación. Cada semana cuesta más de $1,000 solo en sesiones, y el proceso completo tomará al menos tres meses. Además, hay que cubrir pasajes, estadía y toda la atención médica fuera del país.
Ella no puede trabajar. No tiene ingresos. Pero tiene algo más poderoso: unas ganas inmensas de luchar. De volver a caminar. De volver a vivir con dignidad.
Como familia, hacemos todo lo que podemos. Pero no es suficiente. Por eso acudimos a ti.
Tu donativo no es solo una ayuda económica. Es un acto de amor.
Estás dando la posibilidad de volver a caminar.
De abrazar sin ayuda.
De levantarse cada mañana con esperanza.
De seguir adelante.
Gracias por ser parte de esta lucha. Cada aporte cuenta. Cada corazón suma